viernes, 3 de abril de 2009

Una hora no parece mucho. Sin embargo, es posible que te dé tiempo a ver algo de la pre-semana santa, a entrar, salir, entrar y volver a salir del Pimpi. A sentarte en frente, en un escalón, como inexistente, viendo pasar gente. Te das cuenta de la cantidad de merdellones (o cómo se escriba) que hay en Málaga. (Qué lástima, con el encanto que podría tener esta ciudad playera…) Cuántas tías van vestidas sexis o mu… putillas?? La mezcla tan extraña que hay entre una pareja pija, en la que ambos van super ideales, y una de barrio bajo, de aros enormes, jersey entallao a las mollas, cresta kinki y discusión pública con algo de agresividad en mitad de la calle. Increíble la cantidad de gente que pasa por una calle en menos de una hora. Grupos de amigos, contándose chorradas, tíos que se fijan en cómo de cortas llevan las faldas las tías; algún hombre casado que mira de reojo a una chavala con unos pantalones super cortos y unas piernas super largas, mientras su mujer mira hacia el hombre que vende chicles y, a escondidas, tabaco. En una hora puedes sentir agobio, alegría, añoranza, curiosidad, entretenimiento, paciencia (sobretodo, esto), enfado, deseos de desahogarte, ganas de gritarle a la gente que pasa, de reír por lo que ves; sentir sorpresa, pensar mil maneras de reaccionar cuando llegue el momento del autocontrol…

Una hora, aunque sean tan sólo 60 minutos, da para mucho. Según cómo se utilice el tiempo. Y es que, aunque no se haga nada, aunque se esté quieta en un escalón escondido de la calle… Una hora da mucho que pensar.

Y después de algún que otro vaso de vino llego a la misma conclusión… chicos, ¿qué demonios os pasa para ser como sois? En serio, ¿qué tenéis en eso que se llama cabeza? No llegaré nunca a entenderos… Y no sé si alegrarme por esto, la verdad… Hoy por hoy… (mejor me callo…)


- Viernes, 2:56 -


LA DERNIÈRE MINUTE

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